EL
ACERTIJO
Cuentan que un día muy, muy lejano, un
príncipe decidió recorrer mundo. Avisó a su criado y ambos se pusieron en
camino. Tras mucho cabalgar, llegaron a un profundo bosque del que no podían
salir. Mientras daban vueltas y vueltas, buscando un camino adecuado, se hizo
de noche, y decidieron buscar un refugio donde pasar la noche. Al fin vieron a
lo lejos la luz de una cabaña, a la que se acercaron pidiendo cobijo.
-Mi madre no está, -dijo la linda muchacha que
les abrió la puerta-. Pero no creo que queráis quedaros aquí, porque es una
bruja. Sin embargo el príncipe, que no conocía el miedo, y ante la perspectiva
de pasar la noche al raso, decidió dormir allí. Cuando llegó la terrible bruja
y sirvió la cena, la hija previno al príncipe y su criado de que no comieran
nada, pues estaba envenenado.
Gracias a la advertencia de la hija de la
bruja, consiguieron sobrevivir a la noche. A la mañana siguiente, muy temprano,
el príncipe, temiendo nuevos ataques de la bruja, decidió partir. Y cuánta
razón tenía. La bruja se acercó al criado, que todavía estaba ensillando a su
caballo y tendiéndole una pequeña vasija, le dijo: -¡Llévale al príncipe este
buen vino! Es seguro que le ha de gustar.
Pero el caballo del criado, asustado por la
vieja, se encabritó, rompiendo la vasija. Y resultó contenía un veneno tan
potente, que el caballo murió al tocarle. El criado huyó despavorido, pero
enseguida se detuvo y volvió sobre sus pasos para recoger la silla de montar.
Al llegar al lugar del suceso, vio a un cuervo
comiendo la carne del animal, y pensando que podría ser su cena, lo mató y lo
guardó en su morral.
Alcanzó el criado al príncipe y de nuevo
cabalgaron todo el día. De noche llegaron a una posada, que en realidad era el
escondite de doce ladrones, donde el posadero aceptó cocinar el cuervo. Aún no
habían empezado a comer, cuando llegaron los bandidos, que redujeron al
príncipe y su criado con la intención de matarlos después de la cena.
Y ante la mirada atónita de ambos y de la
muchacha que servía la cena, uno tras otro, los doce ladrones fueron cayendo al
suelo, pues la carne del cuervo aún contenía el veneno que había matado al
caballo. La muchacha rompió entonces las cuerdas que inmovilizaban al príncipe
y su criado y les enseñó las riquezas que habían almacenado los ladrones:
-Quédatelas, bella niña -dijo el príncipe.
Pasaron tres días y tres noches, y el príncipe
y su criado llegaron a un país en el que el rey ofrecía la mano de su hija a
aquel que consiguiera plantear un acertijo que ésta no pudiera resolver. Pero
en caso de que el acertijo fuera resuelto antes de tres días, el pretendiente
pagaría con su cabeza. Al ver la belleza de la princesa, nuestro príncipe quedó
prendado y decidió probar suerte.
Al llegar ante a la hija del rey le planteó:
-¿Qué es una cosa que no mató a ninguno, y
mató a doce?
La princesa pensó y pensó, pero no lograba dar
con la respuesta. Dándose por vencida, pero sin aceptar la derrota, resolvió
enviar a su camarera a la habitación del príncipe mientras éste durmiera, por
ver si decía la solución al enigma en sueños.
El criado, astuto, recomendó a su príncipe que
intercambiaran sus camas. Así, el criado se hizo el dormido, y cuando la criada
entró a espiar por la noche, éste le quitó la capa antes de que ella huyera. Lo
mismo ocurrió la segunda noche, y cuando el príncipe lo supo, decidió ser él
mismo quien esperara a la camarera.
La princesa, al ver que sus enviadas habían
fracasado, se preparó para acechar ella misma al príncipe.
Cuando el príncipe fingió dormir, apareció la
princesa colocándose a su lado:
-¿Qué cosa es -preguntó con voz queda- que no
mató a ninguno y mató a doce?
-El veneno de la bruja, no mató al cuervo
cuando comió carne del caballo, y mató a los doce ladrones que comieron carne
del cuervo -contestó el príncipe, y tirando de la capa que llevaba ella
consiguió quitársela antes de que ella huyera.
A la mañana siguiente, toda la ciudad estaba
reunida para ver la respuesta que daba la hija del rey al acertijo.
-¿Qué es una cosa que no mató a ninguno, y
mató a doce? -preguntó el príncipe.
-El veneno de la bruja, no mató al cuervo
cuando comió carne del caballo, y mató a los doce ladrones que comieron carne
del cuervo -contestó ella.
-Tramposa -gritó el príncipe.
La multitud contuvo el aliento, y el príncipe
exclamó:
-La princesa ha espiado mis sueños para
obtener la respuesta.
A continuación, extendió ante sí las tres
capas tomadas en noches anteriores. El rey, al reconocer que uno de ellos era
el de su hija, dictó mirándola con reproche:
-Que este manto se borde en oro y plata: será
el de vuestra boda.
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