La llama azul
Érase una vez un soldado que había servido bien a su rey durante años.
Un día, por causa de sus muchas heridas no pudo servirle más, por lo que el rey se negó a pagarle.
El soldado no tenía de qué vivir y se marchó muy triste sin saber qué hacer. Anduvo todo el día hasta que, al anochecer, descubrió una casa habitada por una bruja. Llamó a la puerta y pidió que le diesen de comer y beber.
La bruja prometió darle cobijo y alimento por aquella noche a cambio de que el día siguiente bajara a un antiguo pozo seco donde se le había caído su llama azul. El soldado aceptó.
A la mañana siguiente la bruja le condujo a un pozo y lo bajó en una cubeta hasta las profundidades de la tierra. El soldado encontró la luz e hizo señas a la bruja para que lo subiera. Cuando estuvo cerca de la boca del pozo, la bruja tendió la mano para que le diera la llama. Pero, al ver que el soldado no quería entregársela hasta que estuviera fuera del pozo, la bruja, enfurecida, lo dejó caer a lo hondo y se marchó.
Resignado a su suerte, el soldado decidió fumar su pipa, que encendió con la llama azul. Con el humo se le apareció un hombrecillo negro que le preguntó qué deseaba. Lo que fuera, desde ese mismo momento se lo concedía.
El soldado le pidió que lo sacara de allí y al instante se encontró en la ciudad. Buscó albergue en una posada y ya en su habitación volvió a encender la pipa con la llama azul.
Reapareció el hombrecillo y le pidió entonces que, como castigo al rey que no le había pagado, su hija la princesa viniera a barrer su habitación. También este deseo fue cumplido al instante. Pero al volver al palacio, la princesa contó a su padre lo sucedido y el soldado fue condenado a muerte.
El soldado, antes de ser ejecutado, pidió como favor fumarse una pipa. La encendió con la llama azul que llevaba consigo y el hombrecillo apareció. Enseguida cumplió con lo que el soldado le pidió: con un grueso garrote comenzó a golpear a todos los que allí estaban. El rey asustadísimo, rogó al soldado que cesara la zurra y le dio en premio la mano de su hija.
Un día, por causa de sus muchas heridas no pudo servirle más, por lo que el rey se negó a pagarle.
El soldado no tenía de qué vivir y se marchó muy triste sin saber qué hacer. Anduvo todo el día hasta que, al anochecer, descubrió una casa habitada por una bruja. Llamó a la puerta y pidió que le diesen de comer y beber.
La bruja prometió darle cobijo y alimento por aquella noche a cambio de que el día siguiente bajara a un antiguo pozo seco donde se le había caído su llama azul. El soldado aceptó.
A la mañana siguiente la bruja le condujo a un pozo y lo bajó en una cubeta hasta las profundidades de la tierra. El soldado encontró la luz e hizo señas a la bruja para que lo subiera. Cuando estuvo cerca de la boca del pozo, la bruja tendió la mano para que le diera la llama. Pero, al ver que el soldado no quería entregársela hasta que estuviera fuera del pozo, la bruja, enfurecida, lo dejó caer a lo hondo y se marchó.
Resignado a su suerte, el soldado decidió fumar su pipa, que encendió con la llama azul. Con el humo se le apareció un hombrecillo negro que le preguntó qué deseaba. Lo que fuera, desde ese mismo momento se lo concedía.
El soldado le pidió que lo sacara de allí y al instante se encontró en la ciudad. Buscó albergue en una posada y ya en su habitación volvió a encender la pipa con la llama azul.
Reapareció el hombrecillo y le pidió entonces que, como castigo al rey que no le había pagado, su hija la princesa viniera a barrer su habitación. También este deseo fue cumplido al instante. Pero al volver al palacio, la princesa contó a su padre lo sucedido y el soldado fue condenado a muerte.
El soldado, antes de ser ejecutado, pidió como favor fumarse una pipa. La encendió con la llama azul que llevaba consigo y el hombrecillo apareció. Enseguida cumplió con lo que el soldado le pidió: con un grueso garrote comenzó a golpear a todos los que allí estaban. El rey asustadísimo, rogó al soldado que cesara la zurra y le dio en premio la mano de su hija.
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Jacob Ludwig Karl, Cuentos de Grimm. México, SEP-Juventud, 2007.
Miss esta padre la lectura
ResponderEliminaresta padre miss la lectura
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