Alex quiere un dinosaurio
Ben tenía un perro. Alicia, dos caracoles.
Tumbado en su cama, Alex gimoteaba:
–Quiero un dinosaurio –decía.
Hasta que su abuelo se puso el sombrero y dijo:
–Si Alex quiere un dinosaurio, debe tener un dinosaurio... y lo llevó a la Dino–tienda.
Alex no sabía qué quería, pero vio al masospóndilo y el masospóndilo lo vio a él y se tumbó de espaldas, puso los ojos en blanco y le lamió la mano...
–Le pondré Fred –dijo Alex.
Le pusieron el collar y fueron a casa. Cuando llegaron, Alex le dio de comer a Fred... dos bolsas de fósiles remojados en toda la leche que había en el refrigerador, un tonel de licopodio, tres sacos de agujas de pino, las calabazas del jardín y el gato del vecino.
–¡Alex! –dijo su madre– ¡Esto es demasiado!
–No para un dinosaurio –dijo Alex.
Llenó la tina de agua caliente, le añadió Polvo de Pantano y puso a Fred a remojar.
–Alex –exclamó su padre–, ¡tener un pantano en casa es insalubre!
–No para un dinosaurio –replicó Alex.
Y metió a Fred en su cuarto y le cantó al oído. Pero el que se quedó dormido fue Alex, y no se dio cuenta de que Fred mordía todo lo que encontraba en la oscuridad.
Cuando la mamá de Alex entró al cuarto el día siguiente, se sentó en la cama, gimiendo.
–¡Esto es terrible! –sollozó.
–No para un dinosaurio –explicó Alex.
Y se vistió, le puso a Fred su collar y se fue a la escuela. En el camino, Fred se lanzó contra un camión. El chofer se puso furioso.
–¡Qué le pasa! –gritó–. ¡Esto es un camión!
–No para mi dinosaurio –le gritó Alex.
Y se llevó a Fred a la escuela. Los amigos de Alex estaban muy emocionados, pero la señorita Jenkins no.
–En un salón de clases no debe haber distracciones –dijo.
–Pues este salón está enfermando a mi dinosaurio –dijo Alex.
Y se fue corriendo por su abuelo para llevar a Fred al veterinario. Allí le sacaron unas radiografías para ver si no tenía algún hueso roto.
–¿Qué tiene? –preguntó Alex.
–Nada que no cure un paseo campestre –dijo el veterinario.
Y allí, entre los borregos, Fred se reanimó. No se detuvo hasta llegar al otro lado de un gran bosque de pinos.
Alex entendió por qué. Allí había un pantano. Fred corrió hacia allá.
–¡Oye, Fred! –gritó Alex–. ¡Esto es demasiado!
–¡No para un dinosaurio! –gritó el abuelo...
...Alex se despertó en su cama no mordida, bajo las cobijas no mordidas, y pensó en sus sueños sobre un dinosaurio. Entonces llamó a su abuelo. Le dijo:
–Cuando tengamos una mascota, creo que debe ser...
–¿Un conejo? –dijo su abuelo...
–Exactamente. Y no lo llamaremos Fred –dijo Alex con un suspiro.
Tumbado en su cama, Alex gimoteaba:
–Quiero un dinosaurio –decía.
Hasta que su abuelo se puso el sombrero y dijo:
–Si Alex quiere un dinosaurio, debe tener un dinosaurio... y lo llevó a la Dino–tienda.
Alex no sabía qué quería, pero vio al masospóndilo y el masospóndilo lo vio a él y se tumbó de espaldas, puso los ojos en blanco y le lamió la mano...
–Le pondré Fred –dijo Alex.
Le pusieron el collar y fueron a casa. Cuando llegaron, Alex le dio de comer a Fred... dos bolsas de fósiles remojados en toda la leche que había en el refrigerador, un tonel de licopodio, tres sacos de agujas de pino, las calabazas del jardín y el gato del vecino.
–¡Alex! –dijo su madre– ¡Esto es demasiado!
–No para un dinosaurio –dijo Alex.
Llenó la tina de agua caliente, le añadió Polvo de Pantano y puso a Fred a remojar.
–Alex –exclamó su padre–, ¡tener un pantano en casa es insalubre!
–No para un dinosaurio –replicó Alex.
Y metió a Fred en su cuarto y le cantó al oído. Pero el que se quedó dormido fue Alex, y no se dio cuenta de que Fred mordía todo lo que encontraba en la oscuridad.
Cuando la mamá de Alex entró al cuarto el día siguiente, se sentó en la cama, gimiendo.
–¡Esto es terrible! –sollozó.
–No para un dinosaurio –explicó Alex.
Y se vistió, le puso a Fred su collar y se fue a la escuela. En el camino, Fred se lanzó contra un camión. El chofer se puso furioso.
–¡Qué le pasa! –gritó–. ¡Esto es un camión!
–No para mi dinosaurio –le gritó Alex.
Y se llevó a Fred a la escuela. Los amigos de Alex estaban muy emocionados, pero la señorita Jenkins no.
–En un salón de clases no debe haber distracciones –dijo.
–Pues este salón está enfermando a mi dinosaurio –dijo Alex.
Y se fue corriendo por su abuelo para llevar a Fred al veterinario. Allí le sacaron unas radiografías para ver si no tenía algún hueso roto.
–¿Qué tiene? –preguntó Alex.
–Nada que no cure un paseo campestre –dijo el veterinario.
Y allí, entre los borregos, Fred se reanimó. No se detuvo hasta llegar al otro lado de un gran bosque de pinos.
Alex entendió por qué. Allí había un pantano. Fred corrió hacia allá.
–¡Oye, Fred! –gritó Alex–. ¡Esto es demasiado!
–¡No para un dinosaurio! –gritó el abuelo...
...Alex se despertó en su cama no mordida, bajo las cobijas no mordidas, y pensó en sus sueños sobre un dinosaurio. Entonces llamó a su abuelo. Le dijo:
–Cuando tengamos una mascota, creo que debe ser...
–¿Un conejo? –dijo su abuelo...
–Exactamente. Y no lo llamaremos Fred –dijo Alex con un suspiro.
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Hiawyn Oram, Alex quiere un dinosaurio. México, SEP-FCE, 2002
hola miss soy gaby que padre lectura
ResponderEliminarhola miss soy gaby que padre lectura
ResponderEliminarMiss esta historia estuvo muy padre, me gustó mucho:)
ResponderEliminarLa historia me gusto mucho Miss.
ResponderEliminarLa historia me gusto mucho Miss.
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