El niño que tenía miedo de todo y de nada
Había una vez un niñito miedoso, pero de verdad miedoso...Se llamaba Roberto. Les temía a los escarabajos y a las arañas. Sobre todo, le tenía mucho miedo a la oscuridad. ¡En la escuela, sus compañeros lo habían apodado ―Miedoberto― y todo el tiempo se burlaban de él.
Solo y sin nadie en quién confiar, Roberto se sentía triste. Cuando regresaba de la escuela, estallaba en llanto y le contaba a su madre las maldades que los otros niños le hacían.
Sus padres estaban desesperados, pero Roberto seguía con sus miedos. ¡Una sombra! ¡Eso sí que era peligroso! ¡Ese trozo de oscuridad que te persigue pisándote los talones todo el día! ¿De dónde viene? ¿Qué quiere? ¿Por qué no te deja en paz?
Un día, su abuelita Justina vino a quedarse a vivir en su casa.
Roberto no la conocía muy bien. Antes, ella vivía en otra ciudad, muy lejos.
Una noche sus papás se fueron al teatro y lo dejaron con la abuelita. Todo iba bien hasta la hora de ponerle el pijama: su abuela tuvo la idea de apagar la lámpara.
–¡No la toques! –gritó el niño, presa del pánico.
–Está bien. Voy a dejar prendida la luz –dijo la abuela–. Sé lo difícil que es vivir todo el tiempo sólo con sus miedos.
Roberto no lo podía creer: ¡por primera vez un adulto lo comprendía! –Yo entiendo que tengas miedo porque a tu edad era muy miedosa, ¡Imagínate! ¡Creía que mi sombra me iba a atacar! Pero después descubrí que no era mi enemiga, sino mi ángel de la guarda. ¡Por eso nunca se separaba de mí!
La abuela se volvió hacia la sombra de Roberto y se puso a girar las manos murmurando palabras incomprensibles.
¡Una fórmula mágica!
–No tengas miedo.
Su sombra estaba sobre la pared y copiaba sus más pequeñas acciones y ademanes.
–¿Ves como no tienes nada que temer? –dijo la abuelita, dándole un beso sobre la frente–. Anda, que tengas dulces sueños.
Roberto vio cómo su abuela se deslizaba fuera de su habitación. Hasta ese momento se dio cuenta de que había apagado la lámpara.
Tranquilizado, Roberto exhaló un suspiro. ¡Adiós a las fobias! ¡A partir de ese momento ya no tuvo miedo de la oscuridad! Sabía que, en lo más profundo de las sombras de la noche, un ángel guardián lo cuidaba.
Solo y sin nadie en quién confiar, Roberto se sentía triste. Cuando regresaba de la escuela, estallaba en llanto y le contaba a su madre las maldades que los otros niños le hacían.
Sus padres estaban desesperados, pero Roberto seguía con sus miedos. ¡Una sombra! ¡Eso sí que era peligroso! ¡Ese trozo de oscuridad que te persigue pisándote los talones todo el día! ¿De dónde viene? ¿Qué quiere? ¿Por qué no te deja en paz?
Un día, su abuelita Justina vino a quedarse a vivir en su casa.
Roberto no la conocía muy bien. Antes, ella vivía en otra ciudad, muy lejos.
Una noche sus papás se fueron al teatro y lo dejaron con la abuelita. Todo iba bien hasta la hora de ponerle el pijama: su abuela tuvo la idea de apagar la lámpara.
–¡No la toques! –gritó el niño, presa del pánico.
–Está bien. Voy a dejar prendida la luz –dijo la abuela–. Sé lo difícil que es vivir todo el tiempo sólo con sus miedos.
Roberto no lo podía creer: ¡por primera vez un adulto lo comprendía! –Yo entiendo que tengas miedo porque a tu edad era muy miedosa, ¡Imagínate! ¡Creía que mi sombra me iba a atacar! Pero después descubrí que no era mi enemiga, sino mi ángel de la guarda. ¡Por eso nunca se separaba de mí!
La abuela se volvió hacia la sombra de Roberto y se puso a girar las manos murmurando palabras incomprensibles.
¡Una fórmula mágica!
–No tengas miedo.
Su sombra estaba sobre la pared y copiaba sus más pequeñas acciones y ademanes.
–¿Ves como no tienes nada que temer? –dijo la abuelita, dándole un beso sobre la frente–. Anda, que tengas dulces sueños.
Roberto vio cómo su abuela se deslizaba fuera de su habitación. Hasta ese momento se dio cuenta de que había apagado la lámpara.
Tranquilizado, Roberto exhaló un suspiro. ¡Adiós a las fobias! ¡A partir de ese momento ya no tuvo miedo de la oscuridad! Sabía que, en lo más profundo de las sombras de la noche, un ángel guardián lo cuidaba.
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Peán Stanley, El niño que tenía miedo de todo y de nada. México, SEP-Calandria, 2006.
Estuvo genial Miss
ResponderEliminarPues es cierto Montes y pues era un niño bien miedoso. Tengo. Verdad😩😀🔰
ResponderEliminarestudo bien pader miss
ResponderEliminarestudo bien pader miss
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