miércoles, 13 de abril de 2016

Lectura

EL PRIMER VIAJE DE DINO

- ¡Nos vamos de vacaciones!- gritó Diego.
Y todos sus juguetes comenzaron a empujarse para quedar en la parte de arriba del baúl. Menos Dino, el pequeño dinosaurio verde y amarillo que, como siempre, se escondió en la esquina, debajo del tren de madera. Y es que cada vez que Diego se iba de vacaciones, metía la mano en el baúl de los juguetes y sacaba uno al azar. Y lo llevaba con él de viaje, a vivir aventuras estupendas.
Pero Dino tenía miedo de todo. De los trenes y de los aviones, del agua y de los animales, de los ruidos y de las personas. Y pocas veces se atrevía a salir del baúl, y mucho menos a arriesgarse a ser elegido para acompañar a Diego en sus vacaciones. Los padres de Dino estaban muy preocupados. Y los demás juguetes estuvieron de acuerdo en ayudarles a solucionar el problema.
- Dino, no se puede vivir con miedo a todo cuando no hay razón para ello. Te pierdes experiencias maravillosas y lecciones importantes. Y como el miedo sólo se supera enfrentándose a él, este año vas a ir tú de vacaciones.
De nada sirvieron los gritos y lloros de Dino. Todos los juguetes le empujaron hacia arriba y se apartaron, así que cuando Diego metió la mano en el baúl sólo tocó un dinosaurio tembloroso.
- ¡Qué alegría, Dino, con las ganas que tenía de que te tocara a ti!- gritó Diego, feliz-. Este año vamos a la playa. ¡Verás lo bien que lo vamos a pasar!
Dino se pasó el viaje en el coche temblando y con los ojos cerrados. Cuando subieron al avión estaba asustadísimo, pero se atrevió a mirar por la ventanilla ante los gritos de entusiasmo de Diego…¡Qué maravilla! Según iban subiendo, más pequeñitos se veían los coches, las casas, los árboles…Parecía que estuvieran volando sobre la bola del mundo de su habitación. ¡Y pasaban entre las nubes! Viajar en avión no daba miedo, sino que era emocionante. Tampoco el tren que cogieron después daba miedo: ¡qué divertido era intentar no perder el equilibrio con el traqueteo! Ni la habitación del hotel, con aquella cama tan grande y cómoda, estupenda para saltar y dar volteretas.
A Dino le gustó tanto la playa que no le importó llenarse de arena, ni pasar de mano en mano cuando los demás niños quisieron jugar con él. Pero lo mejor fue bañarse con Diego en el mar. Aunque al principio se asustó al ver las olas, ¡cuánto disfrutó después nadando, buceando, viendo los peces, saltando las olas! Fue una semana llena de experiencias fantásticas. Cada día era una aventura.
Y cuando volvieron a casa, todos los juguetes le rodearon, ansiosos por escuchar nuevas historias. Pero lo primero que hizo Dino fue abrazarse a sus padres y decirles, emocionado:
- ¡He pasado los mejores días de mi vida! Y ya no tengo tanto miedo a las situaciones nuevas. Muchas gracias, papi, mami, por obligarme a ir. ¡Nunca hubiera perdido el miedo si no me hubiera visto obligado a enfrentarlo! Ahora me doy cuenta de lo tonto que era, ¡la de cosas maravillosas y divertidas que me he perdido hasta ahora! ¡Yo quiero volver a viajar el año que viene!
Los padres de Dino estaban muy contentos. A partir de aquellas vacaciones, Dino se transformó en un dinosaurio feliz, valiente, orgulloso y seguro de sí mismo. Y no volvió a dejar pasar ninguna oportunidad de correr nuevas aventuras. ¡No tengais miedo a vivir cosas nuevas! Y si lo tenéis, enfrentaos a vuestro miedo y vividlas a pesar de él. ¡La recompensa será maravillosa!

Marta Nonide Robles


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