EL PRIMER VIAJE DE DINO
- ¡Nos vamos de vacaciones!- gritó
Diego.
Y
todos sus juguetes comenzaron a empujarse para quedar en la parte de arriba del
baúl. Menos Dino, el pequeño dinosaurio verde y amarillo que, como siempre, se
escondió en la esquina, debajo del tren de madera. Y es que cada vez que Diego
se iba de vacaciones, metía la mano en el baúl de los juguetes y sacaba uno al
azar. Y lo llevaba con él de viaje, a vivir aventuras estupendas.
Pero
Dino tenía miedo de todo. De los trenes y de los aviones, del agua y de los
animales, de los ruidos y de las personas. Y pocas veces se atrevía a salir del
baúl, y mucho menos a arriesgarse a ser elegido para acompañar a Diego en sus
vacaciones. Los padres de Dino estaban muy preocupados. Y los demás juguetes
estuvieron de acuerdo en ayudarles a solucionar el problema.
-
Dino, no se puede vivir con miedo a todo cuando no hay razón para ello. Te
pierdes experiencias maravillosas y lecciones importantes. Y como el miedo sólo
se supera enfrentándose a él, este año vas a ir tú de vacaciones.
De
nada sirvieron los gritos y lloros de Dino. Todos los juguetes le empujaron
hacia arriba y se apartaron, así que cuando Diego metió la mano en el baúl sólo
tocó un dinosaurio tembloroso.
-
¡Qué alegría, Dino, con las ganas que tenía de que te tocara a ti!- gritó
Diego, feliz-. Este año vamos a la playa. ¡Verás lo bien que lo vamos a pasar!
Dino
se pasó el viaje en el coche temblando y con los ojos cerrados. Cuando subieron
al avión estaba asustadísimo, pero se atrevió a mirar por la ventanilla ante
los gritos de entusiasmo de Diego…¡Qué maravilla! Según iban subiendo, más
pequeñitos se veían los coches, las casas, los árboles…Parecía que estuvieran
volando sobre la bola del mundo de su habitación. ¡Y pasaban entre las nubes!
Viajar en avión no daba miedo, sino que era emocionante. Tampoco el tren que
cogieron después daba miedo: ¡qué divertido era intentar no perder el
equilibrio con el traqueteo! Ni la habitación del hotel, con aquella cama tan
grande y cómoda, estupenda para saltar y dar volteretas.
A
Dino le gustó tanto la playa que no le importó llenarse de arena, ni pasar de
mano en mano cuando los demás niños quisieron jugar con él. Pero lo mejor fue
bañarse con Diego en el mar. Aunque al principio se asustó al ver las olas,
¡cuánto disfrutó después nadando, buceando, viendo los peces, saltando las
olas! Fue una semana llena de experiencias fantásticas. Cada día era una
aventura.
Y
cuando volvieron a casa, todos los juguetes le rodearon, ansiosos por escuchar
nuevas historias. Pero lo primero que hizo Dino fue abrazarse a sus padres y
decirles, emocionado:
-
¡He pasado los mejores días de mi vida! Y ya no tengo tanto miedo a las
situaciones nuevas. Muchas gracias, papi, mami, por obligarme a ir. ¡Nunca
hubiera perdido el miedo si no me hubiera visto obligado a enfrentarlo! Ahora
me doy cuenta de lo tonto que era, ¡la de cosas maravillosas y divertidas que
me he perdido hasta ahora! ¡Yo quiero volver a viajar el año que viene!
Los
padres de Dino estaban muy contentos. A partir de aquellas vacaciones, Dino se
transformó en un dinosaurio feliz, valiente, orgulloso y seguro de sí mismo. Y
no volvió a dejar pasar ninguna oportunidad de correr nuevas aventuras. ¡No
tengais miedo a vivir cosas nuevas! Y si lo tenéis, enfrentaos a vuestro miedo
y vividlas a pesar de él. ¡La recompensa será maravillosa!
Marta
Nonide Robles
MEGUSTO MIZ
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