EL MANTEL MÁGICO, EL GALLO Y EL BASTÓN. Cuento de Polonia
Un
campesino tenía tres hijos. Dos eran muy listos y el tercero, un despistado.
Como el dinero escaseaba y se les había muerto la única vaca que tenían, el
mayor decidió salir a buscar trabajo. Después de mucho caminar, se encontró con
un viejo de barbas blancas:
-¿Adónde
vas, jovencito?
-He
salido a buscar trabajo porque ya no nos queda nada de comer en casa.
-Si
buscas trabajo, ven conmigo. Trabajarás para mí durante un año y te compensaré
con creces.
El
joven estuvo de acuerdo, trabajó durante un año y, transcurrido este tiempo, el
viejo le entregó un mantel diciéndole:
-Ten
en cuenta que éste no es un mantel común. Basta con que digas: “¡Mantel,
prepárate!” y tendrás de comer y beber todo lo que quieras.
El
joven le dio las gracias y emprendió el camino de vuelta a casa. Al anochecer,
entró en una posada y le dijo a la posadera:
-No
se preocupe por la cena: tengo algo mucho mejor. –Cogió el mantel mágico, lo
extendió sobre la mesa y añadió-: ¡Mantel, prepárate!
De
inmediato aparecieron sobre la mesa excelentes alimentos y bebidas que ni el
joven ni la posadera habían visto jamás en su vida. El joven comió hasta
saciarse, convidó también a la posadera y se fue a dormir. Pero la dueña de la
posada era una desalmada y, durante la noche, cambió el mantel mágico por uno
cualquiera.
Cuando
el joven llegó a su casa, su mantel sólo provocó burlas y carcajadas. Le tocó
al segundo hijo salir a buscar trabajo. Le tocó al segundo hijo salir a buscar
trabajo.
Después
de mucho caminar, también él se encontró con el viejo de las barbas blancas.
-¿A
dónde vas, jovencito?
-He
salido a buscar trabajo porque en casa ya no queda nada para comer.
-¿Quieres
trabajar conmigo?
-Con
mucho gusto.
El
joven se fue con él, trabajó durante un año, y el viejo lo recompensó con un
gallito diciéndole:
-Ten
en cuenta que éste no es un gallo cualquiera. Si le dices: “¡Gallo canta!”, él
obedece y lanza por el pico una moneda de oro.
El
joven le dio las gracias y retomó el camino de vuelta a casa. Al anochecer,
entró en una posada, la misma en la que había pasado la noche su hermano mayor.
-Prepárame
algo de cenar –le dijo a la posadera-. Tengo todo el dinero que haga falta.
Puso
al gallo sobre la mesa y dijo:
-¡Gallo,
canta!
El
gallo cantó y de su pico salió una moneda de oro.
La
posadera preparó deprisa una cena tan deliciosa que ni ella ni el joven habían
probado jamás: claro, porque tenía el mantel mágico. Pero, cuando el joven se
durmió, le cambió el gallito mágico por otro cualquiera. Fue así como el
segundo hijo, a su regreso, también fue objeto de burlas y carcajadas.
Le
tocaba ahora al hermano más joven.
-¡A
ver qué haces, con lo tonto que eres! –lo ridiculizaban sus hermanos mayores.
Pero
el tonto se fue igualmente. Después de mucho caminar, se encontró también él
con el viejo de las barbas blancas.
-¿A
dónde vas, jovencito?
-He
salido a buscar trabajo, porque en casa no tenemos ya nada para comer.
-¿Quieres
trabajar conmigo?
-Con
mucho gusto.
Transcurrido
un año, el viejo le dio como recompensa un garrote diciéndole:
-Ten
en cuenta que éste no es un garrote cualquiera. Si tú le dices: “¡Garrote,
golpea!”, comienza a hacer de las suyas. Y solamente se detiene si le dices:
“¡Garrote, basta!”.
El
tonto le dio las gracias y retomó el camino de vuelta a casa. Y también él
entró en la posada donde habían pernoctado sus dos hermanos. Cuando llegó la
hora de dormir, le dijo a la posadera:
-Señora,
escúcheme bien. Tenga en cuenta que mi garrote no es un garrote cualquiera.
Cuídese de decirle: “¡Garrote, golpea!”, porque será tarde para arrepentirse.
Pero,
fiel a su mala entraña, en cuanto el tonto se durmió, la posadera cogió el
garrote y dijo:
-¡Garrote,
golpea!
No
bien dijo eso, el garrote voló por el aire y comenzó a darle golpes por todo el
cuerpo. La posadera chillaba, el tonto se despertó y vio lo que estaba
ocurriendo. La posadera le suplicaba:
-Señor,
tenga piedad, ordénele a su bastón que me deje en paz. Le prometo que no
volveré a engañar a nadie y le daré además, el mantel mágico o el gallito que
lanza monedas de oro.
-Con
que ésas tenemos –dijo el tonto, dándose una palmada en la frente-. Fue usted
la que se burló de mis hermanos.
-Le
juro que no lo volveré a hacer. Pero,
por favor, detenga al garrote. Si sigue así, acabará matándome.
Entonces
el tonto gritó:
-¡Garrote,
basta!
Y
el garrote dejó de golpear. La posadera
estaba verde y azul de tantos garrotazos y a duras penas lograba mantenerse en
pie. Pero se dio prisa en entregar al tonto el mantel mágico y el gallito,
aliviada de haber salvado el pellejo.
Imaginaos
qué alegría cuando el hermano más joven volvió a casa con el mantel mágico que
preparaba por sí solo la comida y la cena, con el gallito que escupía monedas
de oro cada vez que cantaba y con el garrote embrujado que golpeaba cuando uno
quería.
La
miseria desapareció para siempre de aquella casa y nadie volvió a decirle al
hermano menor que era corto de entendederas.
Esta padre miss
ResponderEliminarMEGUSTO MIZZ
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