lunes, 8 de febrero de 2016

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Cuento asiático

Los ciegos y la cuestión del elefante

            Más allá de Ghor había una ciudad en la que todos sus habitantes eran ciegos. Cierto rey llegó un día a las proximidades de la ciudad con su cortejo y su ejército, y acampó en el desierto. Tenía un poderoso elefante, que usaba para atacar e incrementar el temor de la gente.

            La población estaba ansiosa por conocer el elefante y algunos ciegos se precipitaron a su encuentro. Como no conocían su forma y aspecto, tantearon para reunir información, palpando alguna parte de su cuerpo. Cada uno pensó que sabía algo, según la parte que alcanzó a tocar del enorme animal.

            Cuando volvieron, sus conciudadanos, impacientes, se apiñaron a su alrededor. Estaban ansiosos por saber la verdad en boca de aquellos que se hallaban errados. Les preguntaron por la forma y aspecto del elefante, y escucharon cuanto les dijeron.

            El hombre que había tocado la oreja dijo:
            -Es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa, como un felpudo.
            El que había palpado la trompa dijo:
            -Yo conozco los hechos reales, es como un tubo hueco, horrible y destrfuctivo.
            El que había tocado sus patas dijo:
            -Es poderoso y firme, como un pilar.

            Cada uno había palpado una sola parte, y todos los habían percibido erróneamente. Ninguno conocía la totalidad: el conocimiento no es compañero de los ciegos. Todos imaginaron algo, pero algo equivocado.
           
            El ser humano no está informado acerca de la divinidad.

            No existe “camino” mediante el intelecto ordinario.

            Aquellos dotados de razón comprenderán. Aquellos con poca razón, pueden adquirirla mediante este relato.



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