EL REY DE LOS ECOS
Un
hombre llamado Hangu se fue al bosque con la intención de limpiar de malezas
una parte del terreno y poder sembrar en él. Apenas comenzado su trabajo,
resonó una voz salida de la espesura:
-¿Quién
anda ahí?
Era
la voz del rey de los ecos.
-Soy
yo, Hangu.
-¿Y
qué estás haciendo?
-Quiero
quitar las malezas.
-Muy
bien, te ayudaré –dijo el rey y ordenó a cien de sus súbditos, los ecos, que
acudiesen a ayudar a Hangu.
Los
ecos se pusieron a trabajar con ahínco y, poco después, el terreno quedó
limpio.
“Es
un verdadero placer trabajar con ayudantes como éstos”, pensó Hangu muy
contento y volvió a casa.
Más tarde, cuando los rastrojos se secaron
por completo, Hangu se dirigió de nuevo al bosque para quemarlos y abonar el
terreno con las cenizas. Acababa de encender el fuego cuando resonó una voz:
-¿Quién
anda ahí?
Era
otra vez el rey de los ecos.
-Soy
yo, Hangu.
-¿Y
qué estás haciendo?
-Quemo
los rastrojos: con las cenizas abonaré el terreno.
-Muy
bien, quiero ayudarte –dijo el rey y envió a trescientos ecos para que ayudasen
a Hangu.
Los
ecos se pusieron a trabajar con ahínco y, poco después de los rastrojos sólo
quedaba un montón de cenizas y el terreno estaba bien abonado.
“Es
un verdadero placer trabajar con ayudantes como éstos”, pensó Hangu muy
contento y volvió a casa.
Llegó la estación de las lluvias y Hangu,
con una olla llena de semillas, se dispuso a sembrar su terreno. Pero en cuanto
comenzó a sembrar oyó de nuevo la voz del rey de los ecos:
-¿Quién
anda ahí?
-Soy
yo, Hangu.
-¿Y
qué estás haciendo?
-Esparzo
las semillas en la tierra.
-Muy
bien, quiero ayudarte –dijo el rey y envió en su ayuda a novecientos ecos.
En
un instante, el terreno quedó sembrado.
“Es
un verdadero placer trabajar con ayudantes como éstos”, pensó Hangu muy
contento y volvió a casa..
Muy pronto, las semillas comenzaron a
germinar y Hangu fue al campo para arrancar los hierbajos. Recién iniciado el
trabajo, de nuevo resonó la voz del rey de los ecos:
-¿Quién
anda ahí?
-Soy
yo, Hangu.
-¿Y
qué estás haciendo?
-Arranco
los hierbajos.
-Muy
bien, quiero ayudarte.
Mil
ecos se entregaron entonces al trabajo y, antes de que Hangu acabase de
recorrer con la mirada el terreno, estaban arrancados todos.
“Francamente
es un verdadero placer trabajar con ayudantes como éstos”, pensaba Hangu
durante el camino de regreso.
Creció el trigo y Hangu fue al campo
decidido a espantar a los pájaros para que no se lo picoteasen. Acababa de
llegar cuando la voz del rey de los ecos de nuevo gritó:
-¿Quién
anda ahí?
-Soy
yo, Hangu.
-¿Y
qué estás haciendo?
-Espanto
a los pájaros, para que no me picoteen el trigo.
-Muy
bien, te quiero ayudar.
Diez
mil ecos volaron de aquí para allá y espantaron a todos los pájaros.
Y
una vez más Hangu se alegró pensando: “Es un verdadero placer trabajar con
ayudantes como éstos”
Un tiempo después, Hangu se dijo que era
hora de ir a ver si había madurado el trigo. Fue al campo, arrancó un par de
espigas y masticó los granos para comprobar si estaban maduros.
-¿Quién
anda ahí? –gritó el rey d elos ecos.
-Soy
yo, Hangu.
-¿Y
qué estás haciendo?
-He
arrancado un par de espigas y mastico los granos para ver si están maduros.
.Estupendo,
te quiero ayudar.
Y
entonces llegaron al campo cien mil ecos y comenzaron a arrancar espigas y a
masticar granos y, antes de que a Hangu le diese tiempo de mesarse los
cabellos, se habían comido todo el trigo.
Hangu
volvió triste a su casa y esta vez, francamente, no pensaba: “Es un verdadero
placer trabajar con ayudantes como éstos”.
miss eso es mucho
ResponderEliminar