jueves, 14 de enero de 2016

lectura opcional

Las camas voladoras. Cuento islandés.



            Había una vez un rey y una reina que tenían un hijo llamado Hlini, un muchacho fuerte y juicioso. En una cabaña cercana al palacio real vivía una pareja de ancianos que tenían una hija llamada Signy.
            Un buen día, el hijo del rey fue al bosque de cacería, acompañado de sus hombres. Cuando hubieron capturado suficientes pájaros y otros animales, iniciaron el retorno al palacio.

            En el camino de vuelta se encontraron envueltos en una  niebla muy espesa y, sin darse cuenta, el hijo del rey se separó de sus acompañantes. Los hombres de la guardia real lo buscaron durante muchas horas, pero no lo encontraron y tuvieron que regresar sin él.

            Cuando el rey supo lo ocurrido, decidió que todo  el pueblo debía participar en la búsqueda del príncipe. Así, durante tres días, todo el mundo se dedicó a buscar al hijo del rey, sin éxito alguno.
            La desesperación hizo que el rey enfermara de los nervios, y los médicos le recomendaron que guardara reposo durante unos días. Pero antes de hacerlo, anunció públicamente que recompensaría a quien encontrara a su hijo y lo llevaran de regreso a casa.

            Signy, que había oído hablar de la desaparición del hijo del rey, decidió buscarlo por su cuenta. Les pidió a sus padres que le regalaran unos zapatos nuevos y alimento para algunos días. Cuando  le dieron lo que pedía, marchó en busca del príncipe Hlini.
            Después de caminar durante todo el día, la muchacha llegó a una cueva en la que había dos camas. Una estaba cubierta por una manta confeccionada con hilos de plata, y la otra por una manta hecha de hilos de oro.
            Entonces, vio que alguien dormía en la que tenía la manta de oro. Era Hlini, el hijo del rey, tan profundamente dormido que la muchacha no pudo despertarlo. Observó que en la cama había unas runas grabadas, pero ella no entendía aquellas inscripciones.
            Signy, muerta de miedo, se escondió detrás de una puerta que había a la entrada de la cueva. En esas, sintió un ruido procedente del exterior y, acto seguido, vio entrar a dos mujeres trol.

            Una de ellas dijo:
            -¡Por mil demonios! ¡Qué olor a hombre hace nuestra habitación!
            Y la otra mujer le explicó que  era Hlini el que despedía aquel olor.
            Enseguida las mujeres se acercaron hasta la cama donde dormía el príncipe y comenzaron a cantar:
¡Cantad, cantad, cisnes míos,
que así el príncipe se despertará!

            A continuación, se escuchó el mágico canto de unos cisnes y Hlini se despertó. La más joven de las mujeres trol le preguntó si quería comer algo y si se quería casar con ella. El muchacho le contestó que no, y entonces ella se puso a gritar:

¡Cantad, cantad, cisnes míos,
que así el príncipe se dormirá!

            Los cisnes se pusieron a cantar hasta que el muchacho se volvió a dormir. Entonces, las dos mujeres trol también se fueron a dormir.
            A la mañana siguiente, las mujeres se despertaron, espabilaron luego al príncipe y le repitieron las mismas preguntas. El muchacho respondió una vez más de forma negativa y ellas hicieron que se volviera a dormir. Luego se marcharon de la cueva.
            Cuando consideró que ya se encontraban lejos de allí, Signy, con mucho cuidado, se acercó hasta la cama del príncipe y lo despertó del mismo modo que lo habían hecho las mujeres trol.
            La muchacha le explicó quién era y le pidió que dijera a la mujer trol que se casaría con ella solamente si le explicaba qué querían decir las runas que estaban grabadas en la cama y, también, lo que hacían durante todo el día en el bosque.
            Hlini consideró que se trataba de un buen consejo y aceptó la sugerencia de Signy. Pasaron el resto del día jugando al ajedrez y hablando.
            Cuando se hizo de noche, ella lo hizo dormir y luego se escondió detrás de la puerta.
            Las mujeres trol no tardaron mucho en volver, caminando de  manera muy lenta y cansada. Una vez en la cueva, encendieron un fuego para asar unos cuantos pájaros. A continuación, la más joven despertó a Hlini, ,o invitó a cenar y luego le preguntó si quería casarse con ella. El muchacho le contestó que sí, pero que antes tenía que explicarle qué significaban las runas grabadas en la cama.
            La mujer le contestó:

Viaja, viaja, cama mía,
viaja hacia donde yo quiera.

            También le explicó que en el bosque capturaban pájaros y otros animales, y que cuando se cansaban se tiraban huevos de la vida la una a la otra. Pero al hacerlo tenían que ir con mucho cuidado, pues si uno de los  huevos se quebraba morirían las dos.
            Hlini le dijo que estaba muy contento de que le hubiera explicado todo aquello y luego le pidió que le dejara descansar. A la mañana siguiente, las mujeres trol volvieron a marcharse. Signy aprovechó para despertarlo enseguida. Le dijo que cogiera su lanza, y luego los dos se subieron a la cama y la muchacha dijo:
Viaja, viaja, cama mía,
viaja hacia donde yo quiera.

            La cama comenzó a volar y de pronto se detuvo junto a un roble. Signy le dijo a Hlini que subiese al árbol, y ella se apresuró a s vez a secundarlo rápidamente. Poco después sintieron una carcajada y vieron que las dos mujeres trol estaban sentadas debajo del árbol. Una de ellas le lanzó un huevo a la otra, pero en el mismo instante el hijo del rey arrojó su lanza, que tocó el huevo y lo rompió. Las mujeres trol cayeron muertas en el acto.

            Signy y Hlini bajaron del árbol y regresaron juntos a la cueva. Una vez allí, cargaron las camas con el oro y las demás riquezas de las brujas. Luego, cada uno se sentó en una cama y Hlini dijo:
            Viaja, viaja, cama mía,
viaja hacia la cabaña de Signy.

            Cuando llegaron a la cabaña fueron muy bien recibidos por los padres de la muchacha y se quedaron a pasar la noche.
            A la mañana siguiente, bien temprano, Signy se encaminó al palacio real y una vez allí le preguntó al rey cuál sería su recompensa si le llevaba a su hijo sano y salvo. El rey le respondió que no creía que fuera capaz de conseguirlo, pero que si lo lograba la recompensaría, tal como había prometido.
            La muchacha volvió a la cabaña y después regresó al palacio con Hlini. El rey recibió a su hijo con gran alegría y le pidió que se sentara junto a él, en el sitio de honor.
            Hlini quiso que Signy lo acompañara y le explicó a su padre todo lo sucedido durante su ausencia. Luego le pidió al rey su consentimiento para tomar a Signy como esposa.

            El rey estuvo de acuerdo y ordenó sin demora que se preparara una gran celebración de boda, a la que fueron invitados todos los habitantes del reino.
            Los festejos duraron una semana completa y todos elogiaron al rey por los hermosos regalos que entregó a la joven pareja.

            El hijo del rey y Signy vivieron felices durante muchos años.


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