Las
camas voladoras. Cuento islandés.
Había
una vez un rey y una reina que tenían un hijo llamado Hlini, un muchacho fuerte
y juicioso. En una cabaña cercana al palacio real vivía una pareja de ancianos
que tenían una hija llamada Signy.
Un
buen día, el hijo del rey fue al bosque de cacería, acompañado de sus hombres.
Cuando hubieron capturado suficientes pájaros y otros animales, iniciaron el
retorno al palacio.
En el
camino de vuelta se encontraron envueltos en una niebla muy espesa y, sin darse cuenta, el
hijo del rey se separó de sus acompañantes. Los hombres de la guardia real lo
buscaron durante muchas horas, pero no lo encontraron y tuvieron que regresar
sin él.
Cuando
el rey supo lo ocurrido, decidió que todo
el pueblo debía participar en la búsqueda del príncipe. Así, durante
tres días, todo el mundo se dedicó a buscar al hijo del rey, sin éxito alguno.
La
desesperación hizo que el rey enfermara de los nervios, y los médicos le
recomendaron que guardara reposo durante unos días. Pero antes de hacerlo,
anunció públicamente que recompensaría a quien encontrara a su hijo y lo
llevaran de regreso a casa.
Signy,
que había oído hablar de la desaparición del hijo del rey, decidió buscarlo por
su cuenta. Les pidió a sus padres que le regalaran unos zapatos nuevos y
alimento para algunos días. Cuando le
dieron lo que pedía, marchó en busca del príncipe Hlini.
Después
de caminar durante todo el día, la muchacha llegó a una cueva en la que había
dos camas. Una estaba cubierta por una manta confeccionada con hilos de plata,
y la otra por una manta hecha de hilos de oro.
Entonces,
vio que alguien dormía en la que tenía la manta de oro. Era Hlini, el hijo del
rey, tan profundamente dormido que la muchacha no pudo despertarlo. Observó que
en la cama había unas runas grabadas, pero ella no entendía aquellas
inscripciones.
Signy,
muerta de miedo, se escondió detrás de una puerta que había a la entrada de la
cueva. En esas, sintió un ruido procedente del exterior y, acto seguido, vio
entrar a dos mujeres trol.
Una
de ellas dijo:
-¡Por
mil demonios! ¡Qué olor a hombre hace nuestra habitación!
Y la
otra mujer le explicó que era Hlini el
que despedía aquel olor.
Enseguida
las mujeres se acercaron hasta la cama donde dormía el príncipe y comenzaron a
cantar:
¡Cantad, cantad, cisnes
míos,
que así el príncipe se
despertará!
A
continuación, se escuchó el mágico canto de unos cisnes y Hlini se despertó. La
más joven de las mujeres trol le preguntó si quería comer algo y si se quería
casar con ella. El muchacho le contestó que no, y entonces ella se puso a
gritar:
¡Cantad, cantad, cisnes
míos,
que así el príncipe se
dormirá!
Los
cisnes se pusieron a cantar hasta que el muchacho se volvió a dormir. Entonces,
las dos mujeres trol también se fueron a dormir.
A la
mañana siguiente, las mujeres se despertaron, espabilaron luego al príncipe y
le repitieron las mismas preguntas. El muchacho respondió una vez más de forma
negativa y ellas hicieron que se volviera a dormir. Luego se marcharon de la
cueva.
Cuando
consideró que ya se encontraban lejos de allí, Signy, con mucho cuidado, se
acercó hasta la cama del príncipe y lo despertó del mismo modo que lo habían
hecho las mujeres trol.
La
muchacha le explicó quién era y le pidió que dijera a la mujer trol que se casaría
con ella solamente si le explicaba qué querían decir las runas que estaban
grabadas en la cama y, también, lo que hacían durante todo el día en el bosque.
Hlini
consideró que se trataba de un buen consejo y aceptó la sugerencia de Signy.
Pasaron el resto del día jugando al ajedrez y hablando.
Cuando
se hizo de noche, ella lo hizo dormir y luego se escondió detrás de la puerta.
Las
mujeres trol no tardaron mucho en volver, caminando de manera muy lenta y cansada. Una vez en la
cueva, encendieron un fuego para asar unos cuantos pájaros. A continuación, la
más joven despertó a Hlini, ,o invitó a cenar y luego le preguntó si quería
casarse con ella. El muchacho le contestó que sí, pero que antes tenía que
explicarle qué significaban las runas grabadas en la cama.
La
mujer le contestó:
Viaja, viaja, cama mía,
viaja hacia donde yo
quiera.
También
le explicó que en el bosque capturaban pájaros y otros animales, y que cuando
se cansaban se tiraban huevos de la vida la una a la otra. Pero al hacerlo tenían
que ir con mucho cuidado, pues si uno de los
huevos se quebraba morirían las dos.
Hlini
le dijo que estaba muy contento de que le hubiera explicado todo aquello y
luego le pidió que le dejara descansar. A la mañana siguiente, las mujeres trol
volvieron a marcharse. Signy aprovechó para despertarlo enseguida. Le dijo que
cogiera su lanza, y luego los dos se subieron a la cama y la muchacha dijo:
Viaja, viaja, cama mía,
viaja hacia donde yo
quiera.
La
cama comenzó a volar y de pronto se detuvo junto a un roble. Signy le dijo a
Hlini que subiese al árbol, y ella se apresuró a s vez a secundarlo
rápidamente. Poco después sintieron una carcajada y vieron que las dos mujeres
trol estaban sentadas debajo del árbol. Una de ellas le lanzó un huevo a la otra,
pero en el mismo instante el hijo del rey arrojó su lanza, que tocó el huevo y
lo rompió. Las mujeres trol cayeron muertas en el acto.
Signy
y Hlini bajaron del árbol y regresaron juntos a la cueva. Una vez allí,
cargaron las camas con el oro y las demás riquezas de las brujas. Luego, cada
uno se sentó en una cama y Hlini dijo:
Viaja, viaja, cama mía,
viaja hacia la cabaña de
Signy.
Cuando
llegaron a la cabaña fueron muy bien recibidos por los padres de la muchacha y
se quedaron a pasar la noche.
A la
mañana siguiente, bien temprano, Signy se encaminó al palacio real y una vez
allí le preguntó al rey cuál sería su recompensa si le llevaba a su hijo sano y
salvo. El rey le respondió que no creía que fuera capaz de conseguirlo, pero
que si lo lograba la recompensaría, tal como había prometido.
La
muchacha volvió a la cabaña y después regresó al palacio con Hlini. El rey
recibió a su hijo con gran alegría y le pidió que se sentara junto a él, en el
sitio de honor.
Hlini
quiso que Signy lo acompañara y le explicó a su padre todo lo sucedido durante
su ausencia. Luego le pidió al rey su consentimiento para tomar a Signy como
esposa.
El
rey estuvo de acuerdo y ordenó sin demora que se preparara una gran celebración
de boda, a la que fueron invitados todos los habitantes del reino.
Los
festejos duraron una semana completa y todos elogiaron al rey por los hermosos
regalos que entregó a la joven pareja.
El
hijo del rey y Signy vivieron felices durante muchos años.
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