Cuento africano
El
aprendiz de mago
Éucrates era un joven
griego que estudiaba en Egipto. Un día, mientras navegaba por el Nilo, se dio
cuenta de que entre los pasajeros del barco había un hombre muy misterioso. Se
trataba de un egipcio con la cabeza rapada como los sacerdotes, que llevaba
finos trajes de lino, y hablaba griego perfectamente. El misterioso hombre se
llamaba Pancratés y era muy sabio, pues poseía conocimientos muy vastos en
todas las áreas del saber.
Aprovechaba las
escalas del barco para bañarse en el río y nadar entre los cocodrilos sin
ningún temor. Se divertía acariciándolos o montando a horcajadas sobre sus
espaldas.
El joven griego
enseguida comprendió que se trataba de un mago y procuró entablar amistad con
él. Pancratés no tardó en concederle su confianza, hasta el punto de
confesarle, uno tras otro, sus secretos.
Cuando el barco llegó
a su destino, Menfis, Pancratés le dijo a Éucrates:
-Dejad aquí a vuestros
criados y venid conmigo. No os preocupéis, no vais a necesitar de ellos.
Y se fueron
directamente a la posada. Una vez allí, el egipcio cogió una escoba, le puso a
la misma un vestido y pronunció una fórmula mágica en voz baja. Luego dijo:
-Ve a buscar agua.
De repente la escoba
cobró vida y fue a buscar agua. Lo más sorprendente fue que, gracias a la
fórmula mágica, todo el mundo la tomó por un ser humano.
Cuando la escoba trajo el agua, el mago le dijo:
-Ordena la habitación
y sírvenos.
Y la escoba cumplió
las órdenes sin rechistar.
A continuación, el
mago volvió a pronunciar unas palabras mágicas en voz baja y la escoba se
convirtió de nuevo en un objeto inanimado.
Éucrates quedó
maravillado ante semejante prodigio y le hubiera gustado poseer la fórmula
mágica, pero el egipcio guardaba
celosamente el secreto. Sin embargo, un día, el mago pronunció la fórmula en
voz alta y Éucrates, que se encontraba en la habitación de al lado, la oyó. Más
tarde, mientras la escoba ejecutaba sus órdenes, los amigos se fueron a dar un
paseo.
A la mañana siguiente,
el joven griego dejó que su amigo se fuera solo, se apresuró a vestir la
escoba, pronunció la fórmula y le ordenó:
-Ve a buscar agua.
Inmediatamente, la
escoba cogió un cántaro y se fue a buscar agua.
-Muy bien –le dijo
Éucrates., ahora, ¡conviértete otra vez en escoba!
Pero la escoba salió
de nuevo y trajo más agua, una y otra vez. Pronto, no hubo bastantes ánforas ni
recipientes para contener toda el agua que la escoba traía y ésta empezó a
derramarla por el suelo.
Éucrates sabía la
fórmula que daba vida a la escoba, pero no la que servía para detenerla. Fuera
de sí, el griego cogió un hacha y partió la escoba en dos mitades.
Cada una de las dos
mitades tomó un cántaro y prosiguió con ese ir y venir infernal. El pobre
muchacho habría perecido ahogado si el mago no hubiese vuelto a tiempo para
deshacer el hechizo.
Algunos días más
tarde, Pancratés desapareció. Su joven amigo nunca más volvió a verlo y no pudo
proseguir sus estudios de magia.
Los nombres de los personajes me parecieron difíciles.
ResponderEliminarPero la historia si me gustó.