Tragasueños
En Dormilandia, lo principal para todo el mundo es dormir. Y no es lo más importante dormir muchas horas, sino lo bien que se duerma. Porque existe una diferencia entre dormir y dormir bien. En opinión de los dormilandeses, quien duerme bien es de carácter amable y tiene la cabeza clara. Por eso nombran rey a quien más profundamente logre dormir.
Hubo allí una vez un rey y una reina que tenían una hijita, Dormilina. Es un nombre bonito ¿no? Y la princesita era también una niña muy bonita.
Dormilina vivía con sus padres en el palacio de los Sueños y dormía entre sábanas blanquísimas en un gigantesco lecho.
Sin embargo, la princesita nunca quería acostarse, y cada vez encontraba nuevas excusas para permanecer levantada un ratito más. La verdad es que tenía miedo de la noche.
El pobre rey no sabía qué hacer. Salió a pasear a los jardines del palacio, y allí vio relucir algo entre las matas. Parecía un pedacito de luz, y saltaba de un lado a otro. Era un pequeño ser con ojitos de estrella y una enorme boca que se abría como el pico de un pajarito hambriento.
...¿Qué buscas? –preguntó el hombrecito.
–Busco a alguien capaz de liberar a mi hija Dormilina de sus feos sueños –contestó el rey.
El hombrecillo, con la velocidad del viento, escribió lo siguiente en una gran hoja de papel:
Hubo allí una vez un rey y una reina que tenían una hijita, Dormilina. Es un nombre bonito ¿no? Y la princesita era también una niña muy bonita.
Dormilina vivía con sus padres en el palacio de los Sueños y dormía entre sábanas blanquísimas en un gigantesco lecho.
Sin embargo, la princesita nunca quería acostarse, y cada vez encontraba nuevas excusas para permanecer levantada un ratito más. La verdad es que tenía miedo de la noche.
El pobre rey no sabía qué hacer. Salió a pasear a los jardines del palacio, y allí vio relucir algo entre las matas. Parecía un pedacito de luz, y saltaba de un lado a otro. Era un pequeño ser con ojitos de estrella y una enorme boca que se abría como el pico de un pajarito hambriento.
...¿Qué buscas? –preguntó el hombrecito.
–Busco a alguien capaz de liberar a mi hija Dormilina de sus feos sueños –contestó el rey.
El hombrecillo, con la velocidad del viento, escribió lo siguiente en una gran hoja de papel:
Tragasueños, tragasueños,
ven con tu cuchillo de asta
y tu tenedor de cristal
y abre tus labios pequeños...
Cómete los malos sueños
que de noche me dan miedo.
Deja los sueños felices
para mí, yo te lo ruego.
Si así lo haces, Tragasueños,
volverá a mí el buen humor,
y por eso, Tragasueños,
tú serás mi invitado...
¡El invitado de honor!
El rey salió corriendo al cuarto de su hijita. La reina estaba a la cabecera de la cama de Dormilina. Las dos lo miraron con asombro.
–¡Ya la tengo! –gritó el rey, enseñándoles el papel escrito.
Desde entonces, cada vez que la princesa tenía miedo de algún sueño, leía en voz alta la invitación. Nunca llegó a ver al misterioso personaje, pero a veces, mientras se dormía, oía una vocecilla fina y crepitante que decía:
–¡Duerme tranquila, hijita! Yo vigilo. ¡Y muchas gracias por la invitación!
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Michael Ende, Tragasueños. México, SEP-Juventud, 2003.
Ya leyó la lectura, gracias!
ResponderEliminarYa lei. Camila
ResponderEliminarYa lei. Camila
ResponderEliminarmeguto mucho
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