jueves, 1 de octubre de 2015

LECTURA PARA REGISTRAR EN CUADERNO DE TAREAS

El árbol generoso

El árbol generoso, lectura para aprender y divertirse
Había una vez un árbol que amaba a un niño. Y todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque; subía por su tronco y se mecía en sus ramas y jugaban al escondite. Cuando estaba cansado, dormía bajo su sombra; lo amaba mucho y el árbol era feliz. Pero el tiempo pasó. Y el árbol se quedaba a menudo solo. Un día, vio venir a su niño y le dijo:
–Ven, súbete en mis ramas, juega bajo mi sombra y sé feliz.
–Ya soy muy grande para trepar y jugar –dijo el muchacho–. Quiero comprar cosas y divertirme, necesito dinero. ¿Podrías dármelo?
–No tengo dinero –dijo el árbol. Coge mis frutos y véndelos en la ciudad. Así tendrás dinero y serás feliz.
Y así hizo el muchacho y el árbol se sintió feliz. Pero pasó tiempo y el niño no volvía. El árbol estaba triste.
Un día, regresó el muchacho; el árbol se agitó alegremente y le dijo:
–Ven, súbete, mécete en mis ramas y sé feliz.
–Estoy muy ocupado –dijo el joven–. Quiero una esposa y unos niños. Necesito una casa. ¿Puedes dármela?
–No –dijo el árbol–, pero puedes cortar mis ramas y hacerte una casa. Entonces serás feliz.
Y así hizo el hombre y el árbol se sintió feliz. Cuando, después de mucho tiempo, el hombre volvió, el árbol estaba tan feliz que apenas pudo hablar.
–Ven –susurró–. Ven y juega.
–Estoy muy viejo para jugar –dijo el hombre–. Quiero un bote que me lleve lejos de aquí. ¿Puedes dármelo?
–Corta mi tronco y hazte un bote –dijo el árbol.
El hombre cortó el tronco y se hizo un bote y navegó lejos. Y el árbol se sintió feliz. Cuando volvió a ver al hombre, mucho tiempo después, le dijo:
–Lo siento, pero ya no tengo nada para darte. Ya no me quedan frutos, ni ramas, y casi ni tengo tronco. Quisiera poder darte algo, pero ya no me queda nada. Lo siento.
–Yo no necesito mucho ahora –contestó el viejo–. Sólo un lugar para reposar.
–Bien –dijo el árbol reanimándose–, un viejo tocón es bueno para sentarse a descansar. Ven, siéntate y descansa.
Y el viejo se sentó. Y el árbol fue feliz.
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Shel Silverstein, El árbol generoso. México, SEP-Zendrera Zariquiey, 2004.

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